Crisálida

Senectud crepuscular

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Desde aquel ya lejano año 1959 del siglo pasado, cuando Carlos Giménez (1941, Madrid) daba sus primeros pasos en esto de la historieta como ayudante de Manuel López Blanco (Aventuras del FBI, de Editorial Rollán), pocos podrían haber imaginado que aquel muchacho de apenas dieciocho años llegaría a convertirse en un referente para tantos autores del mundo de los tebeos y para toda una generación de lectores.

Su trayectoria a lo largo de más de cinco décadas como profesional nos puede dar una idea de la enorme producción que lleva a sus espaldas: desde su paso por la agencia Selecciones Ilustradas o su colaboración con Víctor Mora en la creación de personajes como Dani Futuro y Ray 25 hasta su establecimiento como autor completo y la llegada de su obra más personal, Paracuellos, en la que contaba su experiencia en los auxilios sociales durante la dictadura. Obras en las que importa el contenido, el cómo y el porqué de las historias, con las que Giménez reivindica, de alguna manera, la lucha contra lo establecido, haciendo uso de la crítica política a través de sus páginas, la lucha por los derechos de autor (Giménez formó parte del Club DHIN para el reconocimiento de las obras frente al editor de turno), al igual que la denuncia del «abuso de poder», mediante la adaptación de obras literarias con este denominador común, es el caso de Koolau, el leproso. Giménez escribe incluso acerca de la condición humana, de su unidad, y de la debilidad del pequeño frente a los poderosos, en obras de la talla de Hom.

Permítame, querido lector, esta introducción sobre Carlos Giménez para conocer, en unos pocos apuntes, la idiosincrasia de la obra que define a este maestro del noveno arte, antes de referirme a una de sus mejores obras publicadas en 2016, Crisálida, bajo el paraguas de Reservoir Books. Un puñetazo sobre la mesa, frente al aborregamiento de la sociedad actual, el poder establecido, la corrupción y la llegada de la senectud. Una obra que no deja indiferente a nadie con su lectura, en la que nos hace reflexionar sobre la vida, el paso del tiempo y la pérdida de la ilusión en los últimos días junto con su protagonista, Raúl.

Crisálida narra la historia de Raúl y de su alter ego Tío Pablo; este último personaje es además alter ego de Carlos Giménez. Todos ellos ejercen la misma profesión, han ido a los mismos colegios y cuentan con las mismas aficiones, dos grandes amigos, dos almas gemelas. El lector asiste a la narración del «cuaderno de bitácora» de Raúl, a través de Tío Pablo, de cómo un día sin darse cuenta uno empieza a morir, a dejar de interesarse por las cosas, a crecerle alrededor una especie de cáscara, una crisálida, capa a capa, que se va endureciendo. Las preocupaciones, la soledad, las miserias de la creación y las limitaciones físicas de la vejez son algunos de los temas sobre los que reflexiona Giménez en boca de los personajes. Uno puede ver cómo el autor quiere dejar constancia de su propia experiencia ante la vida, y del tiempo que dispone para emplearlo en lo que más le importa: su trabajo y su gente. En gran medida, refleja lo que las personas de su edad sienten, temen o piensan, a medida que se acerca el final de sus días. Giménez también hace hincapié en la sinrazón del terrorismo yihadista, en el asesinato de los compañeros de la revista Charlie Hebdo, en el fanatismo de la religión que mata en nombre de un dios, en la caducidad del amor en las relaciones de pareja o en el conformismo de la gente que no protesta, que no reclama sus derechos, en la falta de dignidad.

En Crisálida estamos ante la obra más descarnada de Giménez de los últimos años, una historia conmovedora, su trabajo más lúcido y rotundo. En cada página se puede sentir el aliento de un autor nacido por y para los tebeos, que trata a los lectores como a auténticos adultos. En esta obra, cada situación o hecho nos transmite, entre otras cosas, sentimientos de culpabilidad, dolor, decepción y amor a la profesión de los tebeos. Crisálida es ante todo una obra maestra que quedará para el resto de nuestros días, una lectura dura y necesaria, de alguien que respira su profesión cada día de su vida.

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