Archi Cúper: El futuro que no fue

Better Call Archi

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Si me preguntaran por los ingredientes de toda gran historia y me ahorrara la respuesta de que, si lo supiera, ya sería rico, me atrevería a afirmar que toda gran narración destaca, entre muchas otras cualidades, por contar con un abanico de personajes secundarios con el potencial de tener su propio relato independiente. Vamos, lo de las spin-off de toda la vida. Y quien haya leído las aventuras de Roco Vargas, ese «escritor de ciencia ficción, dueño de un club nocturno, aventurero espacial y galán consumado» (ahí es nada), sabe que, a pesar de su pequeño papel en El misterio de susurro, el detective Archi Cúper bien merecía protagonizar alguno de sus casos inéditos para disfrute del personal.

Por suerte para todos, así lo pensó también su creador, Daniel Torres. El dibujante confiesa que la aparición de Archi en aquel cómic de 1983 le sirvió para colar el género detectivesco en las aventuras de su personaje más conocido, un tipo de historias del que se declara aficionado absoluto. Tal vez por eso mismo, por esa pasión por el noir (o el polar), Archi se le escapó de las manos y se convirtió en un personaje con tanto carisma que Torres decidió guillotinar su presencia tan rápido como había aparecido, no se atreviera a eclipsar a Roco y la tuviéramos liada. Y tal vez por eso mismo, ahora hace justicia construyéndole esta historia de corte clásico a pesar de estar sucediendo en una ciudad retrofuturista como es Montebahía. Y eso no es ninguna coincidencia.

Que al género detectivesco le sientan de maravilla los mundos de la ciencia ficción es algo que ya vimos con Blade Runner o Carbono modificado.

En este caso, El futuro que no fue es un relato de detectives al que, si cambiáramos algún que otro detalle, como localización o época, lograríamos que encajara sin ningún tipo de problema en el canon marcado por los Chandler, Hammett y compañía. Y no se avergüenza en ningún momento de esta herencia, sino que la plasma en todos los clichés posibles para incluso reírse con ellos, que no de ellos: la oficina con la puerta del letrerito de agencia de detectives y la bella secretaria, aunque de acero (la secretaria, digo, no la puerta), la propia estética de Archi, que por cierto cuenta con las facciones de un muy reconocible Robert Mitchum, o el encargo en sí, que arranca con un tópico y aparentemente inocente recado y se acaba complicando hasta implicar a las altas esferas del mundo de la publicidad o la política interplanetaria.

Sobra decir que el estilo de línea clara de Torres le va como anillo al dedo a este tipo de ambientación. De haberse tratado de un estilo más desenfadado, como el del ¡Universo!, de Monteys, o incluso de otro más orgánico, la estética de la obra hubiera llevado la narrativa hacia un espacio demasiado personal, que probablemente hubiera roto esa sensación de retrofuturismo que mencionábamos más arriba. En cambio, aquí sentimos que estamos en un futuro visto por alguien del pasado y, por tanto, totalmente ajeno a todo esfuerzo con la verosimilitud casi ineludible de cualquier relato futurista de hoy en día. Ni falta que le hace. Es precisamente esa libertad creativa la que da vida a una ciudad sobrecargada de inventos, ingenios y contenidos publicitarios que nos retrotrae a otra época pasada pero, a la vez, futura.

Lo (aún más) divertido de este juego de ir hacia adelante andando hacia atrás está en que a lo ya contado se añadirá un interesante ejercicio metanarrativo. Daniel Torres ha diseñado toda la historia como si hubiera sido creada dentro de una revista de los ochenta, con un escritor a la vez ficticio que participará de ese homenaje junto a tiras cómicas, falsos anuncios y otros múltiples guiños, que no harán más que sumergirnos más y más en la profundidad de la obra. Si a esto le sumamos que el propio Archi cuenta con una voz interior que imita a la clásica narración en off de aquellas películas del viejo Hollywood, nos queda una interesante lasaña de múltiples capas narrativas que nos atrapará jugando entre unas y otras.

En definitiva, El futuro que no fue es mucho más de lo que aparenta, aunque cualquier lector se podría quedar en su versión más básica, el relato de cliente busca a detective y detective resuelve el misterio, y disfrutarlo sin necesidad de más. Pero, quien tenga curiosidad por seguir escarbando va a ir descubriendo, tesoro tras tesoro, que cuando un universo es tan maduro como el de Roco Vargas, ahora prestado a Archi Cúper, cualquier visita que se haga al mismo nos hará perdernos en una hondura insondable.

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