Alison

Buscando un camino propio

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El paso de la infancia a la adolescencia y a la juventud es un tema que se ha abordado en numerosas ocasiones en el mundo del cómic, con obras de notable éxito y muy destacadas. Se trata de un periodo lleno de cambios tanto físicos como a la hora de pensar y de encontrar tu propio lugar en la vida y que suceden de un modo muy rápido y en un corto espacio de tiempo. Es por ello que ese momento personal supone un caladero muy fructífero de ideas e historias para contar. Lo que no suele ser tan común es que una obra aborde un proceso de maduración en una edad algo más avanzada y que vaya abarcando prácticamente todas las etapas de la vida.

Eso es precisamente lo que propone Alison, de Lizzy Stewart, un cómic muy emotivo que narra en primera persona la vida de Alison Porter, protagonista de toda la historia y en torno a quien gira por completo el discurso narrativo. A través de una falsa autobiografía, la autora decide hacer un repaso a toda la vida de la protagonista, ahora que se ha convertido en una pintora de gran prestigio. En el momento en el que arranca el cómic, estamos a mediados de la década de 1970 y ella es una joven de 18 años recién casada; su marido, Andrew, al que se describe como un buen hombre, pero también bastante aburrido, le ayuda a hacer realidad sus sueños, tal y como sus padres hicieron antes que ella. Atrapada en su cabaña en la costa de Dorset, sin nadie con quien hablar y sin mucho que hacer mientras Andrew está en el trabajo, Alison está aburrida y sola. Es esto lo que la empuja a inscribirse en una clase de pintura impartida por Patrick Kerr, un distinguido retratista casi 30 años mayor que ella, y, además de tomar clases de arte, comenzará a posar para él.

A partir de ese momento su vida dará un giro radical cuando decide aprovechar la oportunidad de escapar de su tranquila vida en Dorset para separarse y acompañar a Patrick hasta la vibrante escena artística del Londres de finales de los años setenta. Pero el detonante de su fuga es un carismático hombre mayor cuya reputación como artista y mujeriego arroja una sombra que seguirá a Alison durante años mientras se va forjando su carrera como pintora.

Ese romance bohemio protagonizado por ambos está muy distante de ser pintado como un camino de rosas, pero la relación y la huella que cada uno deja en el otro permanece palpable en todo momento. Y eso a pesar de que ella nunca llegará a saber si él era un monstruo o su ángel de la guarda, aunque en todo momento tiene claro que nunca habría sido artista si no hubiera sido por él, por esa figura que le ayudó, o tal vez solo la supervisó, pero que le proporcionó una vida entera. Una vida que está estupendamente hilada por la autora, que acierta en la elección del estilo y el punto de vista, ya que no busca ni compasión hacia la protagonista ni que juzguemos las decisiones que va adoptando. Siempre hay un equilibrio.

Lizzy Stewart elabora una novela gráfica que rememora la atmósfera artística del Londres bohemio de finales del siglo xx y, al mismo tiempo, profundiza en las numerosas barreras que las mujeres deben sortear en espacios tradicionalmente dominados por los hombres.

Además, consigue que Alison sea una obra tremendamente emotiva en su guion, que además destaca por su cuidada ilustración, que resulta enormemente atractiva.  Para ello, utiliza recursos que por momentos puede recordar a Posy Simmonds en cuanto al estilo gráfico, insertando textos, imágenes y notas hasta crear bellísimos collages en algunas de las páginas que se asemejan a un álbum de recortes. Pero las similitudes no se quedan tan solo aquí, sino  también en algunos argumentos temáticos, especialmente en su crítica sobre muchos de los aspectos que rodean al mundo del arte, sus élites, sus envidias y competitividad e incluso el racismo. Recordando lo señalado al principio, el cómic es todo un llamamiento a la búsqueda de la propia vida y de un camino a seguir, narrado con mucho acierto, de manera que el lector ejerce, casi sin darse cuenta, de  acompañante de la protagonista a lo largo del todo proceloso trayecto vital.

Alison es una compleja historia de amor y mayoría de edad, así como una meditación sobre la amistad, y también sobre esas relaciones que vamos forjando a lo largo de nuestras vidas, algunas de las cuales perduran inamovibles mientras que otras no se desarrollan como pensábamos. Pero, paralelamente, la autora aborda con acierto otros aspectos que juegan un papel importante, como el empoderamiento femenino, la clase social y el patriarcado, el proceso creativo y el siempre complicado mundo de las bellas artes, cerrado y a la vez plagado de envidias y competencia, junto con la homosexualidad o la preocupación por el SIDA. También son destacables sus reflexiones sobre la pérdida de seres queridos y el vacío que estos dejan en nuestras vidas, las grandes ausencias de aquellos a los que extrañamos hasta que aprendemos a salir  adelante y encontramos la paz.

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