Cuando alguien se hace un nombre dentro del mundo del cómic gracias a obras de corte infantil resulta extraño pensar que sea capaz de mantener y repetir un éxito tan rotundo entre el público adulto, y Katie O’Neill ha conseguido hacer doblete en España. Aunque ya llevaba carrera a sus espaldas, desde 2014 ha estado en boca de todo el mundo con la publicación de Érase una vez dos princesas, que le valió el premio a Novela Gráfica Favorita de la revista Autostraddle, y con La Sociedad de los Dragones de Té acogió dos premios Eisner entre los muros de su casa, así que los sutiles y aparentes cambios de su nueva creación generaron los mismos niveles de interés que de recelo. Y a pesar de mantener estas líneas de trabajo perfectamente definidas, Bahía Acuicornio cobra una identidad propia completamente ajena a sus trabajos anteriores.
Katie O’Neill tiene, posiblemente, uno de los estilos de dibujo más reconocibles en el panorama del cómic norteamericano actual. Siguiendo la estela del cambio que había iniciado con La Sociedad de los Dragones de Té, donde abandona el dibujo acotado por líneas definidas y abraza el color como elemento unificador, rellena sus páginas con imágenes hogareñas de contornos sencillos y expresivos. Sin embargo, aunque la paleta de colores se mantiene viva, los tonos del universo acuático otorgan al aspecto visual un ambiente más relajado y fluido. A ello le suma un costumbrismo mágico que desborda optimismo y calidez a partes iguales y que convierte sus obras en pequeños slice of life de universos fantásticos repletos de reminiscencias a relatos medievales, cuentos de hadas y mitología. Definitivamente Bahía Acuicornio es un relato atemporal y transgeneracional para quienes necesiten descansar la mente del estrés del día a día.
Así, nos narra una historia aparentemente común, y es que todo arranca con Lana, una niña que viaja con su padre a un pueblo costero para ayudar a su tía Mae a limpiar el desastre que ha causado la última tormenta. Lo que Lana no sospecha es que este pequeño pueblo costero acoge a los acuicornios, unas criaturas que habitan los arrecifes de coral y que están a punto de perder su hogar por culpa del abuso que hace el ser humano de los recursos naturales de la zona. Una nueva tormenta hará que reaparezcan algunos personajes del pasado de tía Mae, y, con ello, que refloten recuerdos, sentimientos y vivencias que, en la línea de sus trabajos previos, O’Neill decide liberar de toda etiqueta para centrarse en lo realmente importante: la aceptación y la gestión de uno mismo.
Con esta premisa tan tierna y sencilla se nos hace reflexionar sobre ideas como la pérdida, el amor o la familia, pero también sobre la sostenibilidad de nuestra relación con el entorno natural, y es que Bahía Acuicornio desprende de manera amable la militancia activa de su autora a favor de valores como la tolerancia y el respeto ante la diversidad social y, en este caso, también medioambiental.
Sin embargo, su gran aporte es la facilidad con la que se permite enlazar el relato fantástico con la cruda realidad de nuestro día a día. Consigue así narrarnos un cuento que nos hace reflexionar no solo sobre nosotros, sino también sobre la situación actual de los ecosistemas acuáticos y, yendo un paso más allá, sobre las posibles soluciones. Y es que Katie O’Neill no se queda únicamente en una pequeña fábula con su evidente moraleja final, sino que aprovecha las últimas páginas del volumen para facilitarnos toda la información a su alcance sobre los arrecifes de coral y su importancia para la supervivencia de la flora y fauna marina del planeta.
En definitiva, Bahía Acuicornio es una obra destinada a amantes de La Sociedad de los Dragones de Té, sí, pero también de nuevos mundos fantásticos donde lo diferente y lo diverso nos ayuda a crecer por dentro, de lo abiertamente reivindicativo directo, sin tapujos y sin aspavientos y, desde luego, de los pasados atormentados capaces de dejarse abrazar para aceptarse y avanzar. Katie O’Neill ha venido para quedarse, pero su mensaje ha llegado para completarnos.