Cráter

Disecciones del tezuka más adulto

Cráter

La Biblioteca Tezuka no hace sino proporcionarnos alegrías, y Cráter es una de ellas. Nos encontramos ante una antología singular que recoge dieciocho historias cortas publicadas por Osamu Tezuka en la revista Shûkan Shônen Champion entre 1969 y 1970. Aunque originalmente los re- latos que componen Cráter fueron concebidos de manera independiente, el conjunto posee cierta coherencia interna, lo que ha favorecido que desde su primera recopilación se haya visto como una obra más o menos unitaria, como atestiguan sus numerosas reediciones.

El hilo conductor más evidente es el personaje de Okuchin, un miembro menor del star system tezukiano que protagoniza buena parte de las historias, en algunos casos bajo ese nombre y en otros bajo variantes. No es un mismo personaje viviendo aventuras independientes ni una especie de multiverso en torno a Okuchin, sino que en realidad este es una especie de actor que asume un rol principal en cada una de las historias. En cierto modo, es como si Tezuka utilizase a este Okuchin para ensayar o, más bien, para experimentar; así cada historia es un ejercicio de creatividad en el que el mangaka reflexiona, fundamentalmente, sobre la naturaleza humana.

Tras haber renegado del manga para adultos cuando comenzó a desarrollarse en la década de los cincuenta en el movimiento conocido como gekiga, el maestro se vio obligado a rectificar al ver la popularidad que alcanzaba. Así, durante los años sesenta, Tezuka fue diversificando su producción y creando obras de corte más adulto, iniciando entre otras la que sería una de las obras magnas de su vida, Fénix, en 1968. No obstante, el grueso de la producción de este Tezuka más adulto (también denominado a veces Tezuka oscuro) tendría lugar en los años setenta y ochenta.

Así, los relatos que forman Cráter cobran una nueva dimensión si son vistos en el contexto de la producción de Tezuka como pequeñas píldoras que tantear ambientaciones, enfoques, planteamientos, tonos e incluso géneros. Y es que las historias abarcan desde la vertiente más pura de la ciencia fic- ción, con astronautas enfrentándose a la soledad del espacio, hasta el costumbrismo con elementos sobrenaturales. La edición española de la antología se abre con «La campanilla», donde tres huéspedes de un onsen escuchan un sonido incesante que les conduce a sus recuerdos más oscuros, una suerte de corazón delator actualizado a la japonesa. La culpa y el remordimiento laten al ritmo del suave tintineo de una campanilla mecida por el viento y se desatan en el apacible reposo de las aguas termales.

Un picoteo por las primeras historias del Tezuka más oscuro

Son constantes las influencias occidentales, algo habitual en la obra de Tezuka, que aquí lo llevan a ambientar dos de las historias en Estados Unidos. Serpiente bicéfala plantea lo que para la época era un futuro cercano en el que una organización supremacista con poderosas reminiscencias del cine negro de los años treinta trataba de imponerse en la ciudad de Nueva York, si bien la resolución tiene más de tradición japonesa que norteamericana. Dos dramas, por otro lado, se ambienta en Chicago, pero su mensaje acaba siendo más abstracto, sobre el influjo de la ciudad moderna en sus habitantes.

Podemos diferenciar también una pequeña trilogía compuesta por La extraña experiencia de Okuchin, Temporada afortunada y El gran golpe de Okuchin, historias que comparten su ambientación en un instituto, con distintas reflexiones sobre la juventud y el futuro. En una línea parecida, pero mucho más crítica con la realidad de Japón tras la inmediata posguerra, se encuentran El hombre derretido y Caza derribado. Distintas aproximaciones a la naturaleza y a las relaciones humanas están presentes en prácticamente todos los relatos, pero en algunos casos adquieren un rol protagonista: las diferencias entre rivalidad y amistad en El hombre de las nieves y en La cueva ventosa, el amor romántico en El sacrificio, la realización personal en La casa octogonal (donde, además incluye algunos guiños sobre el propio medio, narrando las historias de un mangaka y un boxeador), las reacciones ante la posibilidad de una muerte inmediata en Jumbo.

En ningún caso deja de lado la presencia de lo sobrenatural, ya sea en forma de alienígenas que desean conocer e infiltrarse en el planeta Tierra (como en el caso de Los bem morados, por ejemplo), ninfas que viven entre humanos en El misterio del Brunnen o demonios femeninos japoneses que, fruto de una maldición, viven encerrados en una máscara, La máscara de Tomoe. El título de la antología alude a la historia que se recoge, en este caso, en último lugar, El hombre del cráter. Es, quizá, la que más se aproxima al canon de la ciencia ficción espacial, protagonizada por un astronauta que queda atrapado en la Luna, con un mensaje tan desesperanzado como antiatómico, lo que no deja de ser una radiografía del sentir que perduraba en Japón incluso en el desarrollismo de los años sesenta y setenta.

Las páginas de Cráter reúnen, en definitiva, prácticamente todas las facetas del creador que recibió el sobrenombre de Dios del Manga. Suponen una demostración de versatilidad y de una capacidad narrativa para moverse entre estilos y géneros tan ampliamente y con tanta soltura que es difícil que el lector no encuentre al menos una historia que le deje poso.

 

 

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