El espectáculo de lo bello, en cualquier forma en que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones.
Gustavo Adolfo Bécquer
Que te jodan Bécquer era el título que tranquilamente Hubert y Kerascoët podrían haber barajado para el cómic del que vamos a hablar. Bien por moderación o por desconocimiento del poeta romántico sevillano, finalmente optaron por el más evocador Belleza (Astiberri, 2018).
Belleza es un cuento en tres actos concebido originalmente para publicarse por entregas en la revista Spirou, que posteriormente fue recopilado en tres tomos por la editorial Dupuis, y que en su forma final evoluciona en la edición integral que en España edita Astiberri.
Es una obra surgida en un ida y vuelta creativo tan extraño como fascinante. Lo relato al estilo cuento: esto es un guionista (Hubert), al que conocemos de antiguas proezas como Los ogros dioses, y un dibujante (Kerascoët) que en realidad son dos (Marie Pommepuy y Sébastien Cosset), a los que conocemos de otras heroicidades como Preciosa oscuridad. A Hubert se le ocurre una historia, un cuento cruel y vigente, y se lo envía a Kerascoët que, por lo que sea, deciden dibujarlo en bitono con un color verde que nunca verá la luz, pero que, a lo mejor, en un futuro utópico se transforma en un color dorado que aparece en un integral para gobernarlos a todos. El trabajo de Kerascoët vuelve al guionista, ¡que ahora resulta que también es colorista!, y finaliza la obra que él mismo empezó, pero aprendiendo una gran lección en el camino. Fin.
El resultado es una fábula tremendamente actual que bebe de los cuentos tradicionales para hablar de la sociedad del ahora y se enfrenta, al estilo Black mirror, a la fuerza todopoderosa de la disneyficación global.
En la historia, la desgraciada Hedionda ve transformada su apariencia por obra y gracia del hada Mab, y pasa a representar el ideal de belleza encarnado. Un regalo envenenado que desencadenará terribles consecuencias. Su belleza desata las pulsiones más primarias de los hombres, además de los peores instintos en forma de celos enfermizos, secuestros o violaciones. También genera guerras, provoca venganzas y, en definitiva, revela la peor cara del ser humano y de una sociedad machista propia de un cuento medieval, con la que compartimos hoy más de lo que convendría.
Dicen que nadie es tan feo como aparece en su DNI ni tan guapo como muestra su foto de perfil. La apariencia es la moneda en curso en la sociedad digital actual y Hubert lo sabe. El disfraz que convierte a Hedionda en Belleza y que parte del sufrimiento (pero también del pensamiento superficial) no solo opera sobre los que la contemplan, también transforma a la protagonista conduciéndola por el camino del egoísmo, la insatisfacción y la crueldad.
El cómic despliega sin miramientos un catálogo de vicios humanos en el que todos los pecados mortales están ilustrados, desde la avaricia y la envidia hasta el orgullo y la gula (Mab), complicando la simpatía (que no la identificación) por los personajes del relato, y dejando la puerta abierta al disfrute de venganzas como la de Belleza con el pueblo de desalmados en el que creció, que haría sentirse orgulloso al Lars von Trier de Dogville.
La nota de esperanza está encarnada en los personajes de Claudina y Odón. La princesa Claudina funciona en contraposición a Belleza. Es una mujer empoderada, que se construye a sí misma a base de inteligencia, ambición y valor. También manipuladora y cruel si es preciso, porque entiende el mundo en el que vive y sabe lo que es necesario para sobrevivir. Odón es otra de las víctimas/villanos de Belleza, pero recompone su figura (o lo que queda de ella) al lado de Claudina en uno de los pocos respiros que nos proporciona el relato.
El destino de Belleza es sin duda inesperado por amable, y diferente del primer final pensado por Hubert, mucho más oscuro y fatídico. Aunque el verdadero final está en el epílogo, una pequeña joya que invita a la reflexión y pone en cuestión la premisa inicial.
Belleza es, en definitiva, una lectura relevante en su comentario metafórico de la contemporaneidad, sorprendente en su juego iconoclasta sobre las fábulas edulcoradas y tan bella en su dibujo y edición como su nombre enuncia. Yo no me la perdería ni por salir mejor en mi DNI.