En la historia siempre destacan esos puntos de inflexión que permiten hablar de un antes y un después. Un hecho que posibilita explicar un profundo cambio en la sociedad, un hito que simplifica la comprensión de unos hechos que son complejos. Luego pueden pasar muchas cosas, como que ese hecho se convierta en un mito fundacional de una nación y se mezcle con muchas leyendas e intereses. La revolución francesa de 1789 es sin duda uno de esos hitos históricos que tiene mucho de mito mezclado con los hechos, como demuestra que se haya convertido en fiesta nacional francesa. Así que nunca está de más echar un vistazo atrás para reinterpretar de nuevo el pasado desde el punto de vista de las preguntas que surgen en nuestro presente. Y eso es lo que hacen Florent Grouazel (Lorient, Francia, 1987) y Younn Locard (Rouen, Francia, 1984) en este primer volumen de la ambiciosa trilogía que han planteado en torno a los hechos de la Revolución francesa. El punto de vista de este primer volumen está centrado en comprender por qué la gente inicia y se une a una revolución, cuál es la chispa que hizo prender ese fuego.
Para ello crean una ficción histórica que intenta ser muy fidedigna con los hechos, pero que llevan a su terreno para que sea el lector el que averigüe las respuestas a esas preguntas. Una historia coral con múltiples protagonistas que Grouazel y Locard centran en seguir a un joven e idealista aristócrata de bajo nivel y a dos her- manas sin casa ni posesiones que solo buscan sobrevivir en un París cruel y totalmente estratificado en sus clases sociales. Así, consiguen presentar los hechos desde diferentes puntos de vista, empezando un poco antes de la toma de la Bastilla, que pasa a ser un hecho más de los que sucedieron, presentado junto a otros sucesos más olvidados, como la explosión de un polvorín, que sirven para poner en contexto unos acontecimientos que cambiaron el mundo. Este primer tomo llega hasta los primeros meses del otoño de 1789, cuando la asamblea ya ha aprobado acabar con los derechos feudales de la aristocracia. Y lo hacen con un dibujo que juega tanto con el realismo para resaltar todos los detalles como con el expresionismo que permite transmitir las sensaciones de los personajes; y les funciona de maravilla, con unos fondos llenos de detalles de un París depravado, donde unos se hundían en la miseria y otros vivían en un hedonismo despreocupado. Al menos al inicio del libro; luego ese ambiente se va transformando según avanza la revolución y el optimismo de los más desfavorecidos y el desplazamiento de los defensores del antiguo régimen se hacen patentes. Los autores consiguen que el lector se vea sumergido en la historia, en el ambiente, percibir la injusticia de una ciudad bulliciosa y cómo se transforma con la revolución y nace el optimismo de la gente implicada en ella. Unas sensaciones que no solo consiguen con el dibujo y con el planteamiento de las páginas, con unas «splashpages» escogidas que replican las grandes pinturas sobre la revolución interpretándolas dentro de la historia que van narrando, sino también con un excelente uso del color. Un color que no intenta ser realista, que usa tonos casi pastel de una paleta de colores que van pasando de unos fríos a una paleta de tonos ocres cálidos, que transmite el polvo y la decadencia de la ciudad, pero también la esperanza y el espíritu de los protagonistas y que envuelve su historia con muchas sensaciones. Leyendo Revolución uno enseguida queda sumergido en los hechos, pero sobre todo en las sensaciones de los protagonistas, empieza uno a empatizar y acaba compartiendo el optimismo de la revolución de aquellos primeros meses en los que parecía que el mundo verdaderamente iba a cambiar completamente y para siempre.
Al leer uno Revolución tiene la sensación de comprender por qué aquella gente se unió en armas, tomó la Bastilla y lo que hiciese falta. Y consiguen contagiar estas emociones a la par que transmiten que su relato es muy fidedigno a los acontecimientos, huyendo de las leyendas que durante años se han ido añadiendo, como suele pasar con los mitos fundacionales de todas las naciones. Consiguen hacer sentir la historia y lo hacen gracias a los recursos del cómic, que usan no solo para relatar los hechos, sino también transmitir las emociones usando el dibujo. Esto hace de Revolución uno de esos tebeos especiales, ganador del Fauve d’or en el Festival International de la Bande Dessinée de Angulema, que sirve para repasar la historia y comprender nuestro presente, como las revoluciones de la Primavera Árabe, y quizás nuestro futuro, si hemos de hacer caso a economistas como Thomas Piketty, que aseguran que la desigualdad en nuestros días es mayor que la de aquella época. Fuera lo que fuere, de lo que estamos seguros es de tener ya ganas de leer los próximos volúmenes de esta historia, de la que podemos intuir sin duda cuáles serán sus próximos títulos.