El mal de muchos es el consuelo de los tontos, lo sé, pero a mí ya sea por buscar consuelo o por ser necia nivel nativo, me satisface pensar que los superhéroes no son tan guays como aparentan. Lo reconozco, me reconforta ver que bajo tanto poderío y tanto marcar paquete colosal, ellos, como todo hijo de vecino, también tienen su mierda.
Será por esa afición mía a alegrarme del mal del superhéroe —solo del de ellos, conste— que me llamó la atención Orquídea Negra. «Léelo, es una heroína delicada, sufridora, una historia de venganza desde la bondad», me dijeron. Y allá que fui yo directa.
Aparte de por esa predilección personal, cabe destacar que los padres de este cómic son el guionista Neil Gaiman, autor también de The Sandman, y el dibujante Dave McKean, así que es razonable pensar que tenemos entre manos un cómic de superhéroes nada convencional.
Efectivamente, Orquídea Negra sufre, sufre mucho. Su vida tiene miserias para dar trabajo a dos o tres Fundaciones Vicente Ferrer y encima tiene la misión de vengar la muerte de su yo humano. Para colmo, pudiéndole atribuir millones de debilidades propias de una planta, qué se yo, fobia a los enanitos de jardín, una falta en la fotosíntesis o pánico a los maceteros opacos —que para eso es una orquídea—, al autor no se le ocurre otra cosa que pensarla con dudas existenciales. Sí, el triple salto mortal en complejidad: una flor-mujer intentando averiguar de dónde viene, quién es y a dónde va. Vamos, que cuando se puso a pensarla, a Neil Gaiman se le fue la mano con las desgracias.
Orquídea Negra es la reencarnación en un híbrido entre mujer y flor de Susan, una mujer víctima mortal del maltrato de su exmarido, Carl Thorne. Tras la muerte de Susan, Orquídea Negra recurre a Philip Sylvian, una persona muy cercana a la fallecida que le ayudará a entender mediante recuerdos la misión para la que él mismo la creó. Una historia llena de flashbacks, saltos en el tiempo y tramas que vienen y van constantemente.
Un guion complejo, profundo, lleno de angustia y de problemas propios de la psicología y la sociedad contemporánea como el desamparo, la violencia de género, violencia infantil, el egoísmo, baja autoestima, dudas o la fragilidad. Sentimientos y pesadumbres que Dave McKean nos transmite magistralmente con sus dibujos de diferentes estilos, algunos casi fotográficos. Ilustraciones en muchas ocasiones difuminadas, oníricas, de cromática muy variable en función de la sensación que nos quiera comunicar y que nos trasladan inevitablemente a obras de Bill Sienkiewicz.
Una historia que hace que nuestras sensaciones tengan ritmo de montaña rusa o, siendo más claros, una historia que convierte al lector por un momento en un inestable emocional. El desasosiego visual que provocan imágenes lúgubres, personajes oscuros, diálogos cargados de odio, son vecinos de viñeta de armonías naturales, calidez cromática y discursos que rozan lo zen.
Y es que cada vez que Orquídea Negra vierte un pensamiento en la historia, el estilo cambia. Es un estilo sosegado, poético, lleno de reflexiones más propias de un libro de coaching que de una heroína que busca venganza. Un trazo oral que culmina el dibujo de la personalidad de la mujer-planta. Un aporte magnífico a la descripción indirecta de la protagonista. Discursos cargados de paz interior y de armonía que contrastan con la esencia del mismo personaje: Su búsqueda existencial y su pasado horrible versus el equilibrio en sus reflexiones llenas de bondad.
La oscuridad de la historia además está nutrida de pasajes y personajes corruptos. Escenarios como un psiquiátrico, una cárcel, edificios en llamas, la selva del Amazonas tomada por unos mafiosos, se alternan con cameos de la talla de Lex Luthor, que ocupa el papel de jefe de Carl Thorne, Batman, dibujado de una manera casi esquemática, o del personaje de La cosa del pantano, cuyas referencias en esta historia son frecuentes.
Un cómic tan variado y distinto que hasta en un momento dado tiene banda sonora. Frank Sinatra se deja «escuchar» cantando American Beauty Rose. Un tema muy propio para la ocasión.
En la primera lectura es posible que uno le vea flecos sueltos a la historia, que se tenga la impresión de estar ante un guion que intenta tocar muchas cosas y al final no acaba de sonar ninguna o que los personajes son un montón de estereotipos a los que se les hace hablar y moverse. Mi recomendación es que se le dé una segunda oportunidad. La historia cambia.
No sé cuánto de botánica sabrá Neil Gaiman, desde luego, parece ser que quería garantizarse el éxito de su flor nutriéndola con mucha basura y abonándola con el talento de Dave McKean. Quizá en su día la planta pasó desapercibida, hoy seguro que decora la colección de muchos románticos del cómic. A ellos les recuerdo que la cuiden bien: la Orquídea Negra, además de delicada, es cada vez más difícil de conseguir.