Intensa

Grito porque no me querés. ¿Cómo podés no quererme porque grito?

intensa

La ciencia ficción es ese género que, a veces, permite hablar del presente y de nosotros mismos sin que a lo mejor lo parezca en una primera lectura. Un género que permite a Connie Willis, por ejemplo, mezclar la matemática del caos, las modas y las relaciones personales en formato screwball comedy en su maravillosa Oveja mansa (Ediciones B). Un género que permite a Stanislaw Lem escribir fábulas robóticas de superficie hilarante y fondo negrísimo. Un género que hacía feliz a Kurt Vonnegut, a tenor de lo mucho y bien que lo frecuentó. (Y con él, a sus lectores.)

A Vonnegut lo cita a menudo Sole Otero como influencia y, sobre todo, como persona favorita. Y algo de él hay en Intensa (Astiberri, 2019), además de muchas otras cosas. Comedia romántica, sin ir más lejos. Y sexual. Sátira de costumbres. Reflexión feminista. Ejercicio de estilo. Reto personal, también. (Para ella, cada nuevo libro lo es, de alguna manera.)

Intensa narra el proceso de enamoramiento que experimenta Coco, una alien atribulada y aburrida de su prolongada misión de vigilancia de los límites del cuadrante estelar 4:3:26:32:12:16, en el que se ocultan sus compañeras. Su particular biología condena a las hembras de su especie a morir en el momento de dar a luz, y para evitarlo e investigar métodos seguros de reproducción, huyeron en masa y se escondieron de los machos, que las buscan por toda la galaxia para evitar la extinción. Coco mata el tiempo de cháchara con la IA de su nave, haciendo sudokus y abduciendo de cuando en cuando especímenes masculinos compatibles para pasar el rato. Uno de ellos, Pedro, despertará en ella una sensación efervescente, inédita y adictiva que va a complicarlo todo. Y es esa complicación la que constituye el grueso del libro: las diferentes estrategias de seducción que Coco, siempre asesorada por el ordenador de a bordo, pone en práctica con Pedro, los sucesivos malentendidos y conflictos porque, bueno, las costumbres de la Tierra son como son, y en el terreno de las relaciones personales más. Por no hablar de los peligros de beber cerveza y de todos esos gatos monísimos.

Sole Otero dosifica muy bien los momentos de humor, y construye unos personajes con los que resulta muy fácil la empatía, de manera que es casi inevitable compartir las dudas, los miedos y la impaciencia de Coco cuando se enfrenta a un Pedro que resulta ser un poco demasiado inseguro y señoro.

Pero es que, además, Intensa entra por los ojos. Detrás de una portada de impacto, medio psicodélica, la elección de colores del interior, el diseño de los personajes y la fluidez de la narración atrapan desde la primera página. Sole Otero tiene una carrera larga y heterogénea pese a su juventud (nació en 1985). Ha publicado varios webcómics, tiene dos libros editados, además del que nos ocupa: La pelusa de los días y Poncho fue, ambos en La Cúpula. El primero, una compilación de material previamente publicado en Internet. El segundo, también autobiográfico, muy alejado del tono ligero de Intensa y centrado en una relación de pareja tóxica y abusiva. Ha colaborado en el blog Historietas reales y ha formado parte del colectivo Chicks on comics. Tiene también un buen currículo como ilustradora de literatura infantil y juvenil y el año pasado ganó el XIII Premio Fnac-Salamandra Graphic con la que será su próxima novela gráfica: Naftalina.

Producto de esta carrera es esa fluidez en la narración, orgánica y alejada del típico esquema cinematográfico del plano/contraplano en los diálogos, del encuadre ajustado o la panorámica cuando toca. Y también lo mutante de su estilo, que viene definido casi más por su tratamiento del color que por la línea, el trazo o el diseño de personajes. Así, una historieta de Sole Otero va a tener un sello inconfundible, pero más por la manera de contar y el uso de los colores que por una temática reiterada o una forma de dibujar los abrigos, los coches o el interior de un dormitorio. De alguna manera, en ella el lenguaje del cómic se articula como algo nativo, natural, y no como algo adquirido, aprendido. O esa es la sensación que produce en el lector. Algo que comparte, por cierto, con otros autores de su generación y más jóvenes.

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