Black Hammer

El poder de la nostalgia

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En este siglo XXI que nos ha tocado vivir, las estadísticas y los estudios demográficos nos recuerdan a menudo el inevitable éxodo de los pueblos, la despoblación de nuestros lugares de origen y la peregrinación hacia las grandes ciudades sin billete de vuelta (salvo la visita de rigor para las fiestas patronales en pleno verano al ritmo de Los Panchos). Estos derroteros parecen encaminarnos hacia un futuro colmena y desapegado de nuestras raíces. La solución a este problema, más allá del chute de melancolía ocasional rápidamente anestesiado por el tubo de escape en el asfalto de la ciudad, parece estar lejos de llegar a existir, pero la cultura popular siempre está al servicio de nuestros deseos más básicos con varios abanderados en esto de Volver. No, no hablamos de Pedro Almodóvar, sino de su equivalente canadiense. Cuando se acuñó la expresión «puedes sacar al hombre del pueblo pero no al pueblo del hombre», seguramente estaban pensando en Jeff Lemire. El guionista (Essex, 1976) ha hecho de la nostalgia por lo rural, los infinitos campos de trigo made in USA y las granjas con sus sombreros de paja, su seña de identidad en el mercado del cómic norteamericano, envolviendo cada producto bajo una premisa diferente y regateando los tópicos con una maestría digna de análisis.

Multidisciplinar y omnipresente, Lemire ha llegado a publicar en un mismo trimestre cómics en DC, Image, Marvel, Dark Horse y Valiant, las cinco editoriales sobre las que se sustenta el cómic de superhéroes norteamericano y en todos los casos apostando por esta fórmula basada en el ambiente rural y la familia. En su trilogía ambientada en el condado de Essex, un niño de 10 años huérfano es obligado a vivir en la granja con su tío huraño, encontrando en los cómics de superhéroes de la gasolinera el refugio perfecto. Mientras, en Sweet Tooth, su obra maestra inédita en España, los niños con camisa de leñador brillan en pleno postapocalipsis rural en un curioso cruce entre Bambi y Mad Max. Cuando tuvo la oportunidad de escribir las aventuras de un Superboy en horas bajas, convirtió a Smallville, sus cosechadoras y sus depósitos de agua en protagonistas y responsables de la paz mental y la vuelta a los orígenes que el personaje necesitaba. En Animal Man, también para DC, sobra matizar la importancia de la fauna y flora natales del personaje protagonista. Plutona (pequeños detectives resolviendo crímenes), Bloodshot Reborn o la inédita Underwater Welder son otros ejemplos altamente recomendables donde la versatilidad del autor ahorra al lector el topicazo de «esto ya lo he leído antes». Incluso en Descender, donde Lemire parece virar hacia la ciencia ficción, el resultado plantea un deseo de regresar a la colonia madre con las mascotas robóticas en un masificado universo intergaláctico.

A través de Black Hammer, ganadora del Premio Eisner a Mejor Nueva Serie en 2017 y con dos tomos publicados en nuestro país, Jeff Lemire ofrece una vuelta de tuerca al origen superheroico habitual y al viaje del héroe por excelencia, deconstruyendo la esencia del género. En esta ocasión, seis exsuperhéroes, en vez de pasar de la granja a la ciudad, recorren el sentido contrario. Por motivos forzosos y todavía desconocidos para el lector, Golden Gail, Barbalien, el Coronel Weird, Madame Libélula, Talky-Walky y Abraham Slam llevan una década atrapados en una misteriosa granja de la que no pueden escapar. En su momento salvaron Spiral City de la destrucción, pero desaparecieron… y sus hazañas pronto cayeron en el olvido. Algunos, contentos de haber dejado atrás los pijamas, intentan integrarse en el pueblo y rehacer una vida menos gratificante que la anterior, mientras que otros no quieren… o no pueden pasar desapercibidos. Un destino en forma de purgatorio contado en dos líneas temporales para indagar en el pasado de los héroes, en un relato plagado de guiños a la edad de oro y plata del cómic para disfrute del veterano del género pero con nuevas direcciones.

En esta deconstrucción es donde encontramos similitudes con otras obras, con la seminal Watchmen a la cabeza. Quizá esta comparación suene excesiva, pero comparten dos características básicas: el flirteo con la atmósfera crepuscular y el empleo de tantos juguetes rotos que, pese a ser nuevos, nos recuerdan a héroes conocidos, son dos constantes de la obra. Respecto al pesimismo decadente, además de la obra de Alan Moore, muchos encontrarán reminiscencias del Sin perdón, de Clint Eastwood, donde sobrevuela ese desastre a punto de suceder en el pueblo, provocado por la presencia de un elemento ajeno sin cabida pero con ganas de encajar. Respecto a los personajes, Lemire es hábil a la hora de emplear el metalenguaje para obligar al lector a empatizar, utilizando personajes que no son, pero sí que suenan a. Por ejemplo, Golden Gail era una niña que al grito de Zafram se convertía en un mujer todopoderosa, en un homenaje nada velado a Shazam, que aquí Lemire plantea con un giro oscuro ya que dicho personaje ha madurado diez años más… pero sigue encerrada en el cuerpo de una niña, con las trabas emocionales y físicas que supone esta maldición. Todo ello envuelto en un trama de misterio donde el guionista esconde sus cartas cocinando a varios fuegos las distintas subtramas (¿quién es Black Hammer y por qué la obra se titula así?).

En el dibujo se acompaña de un veterano como Dean Ormston (Libros de la magia) quien da vida a unos personajes que originalmente pensaba crear y dibujar el propio Lemire, antes de que el éxito y los encargos para Marvel/DC se interpusieran en el camino del también dibujante canadiense. Categorizarlo como dibujo feísta sería ventajista, pero la verdad es que el tono pesimista que imprime a las escenas del presente contagia al lector mientras que el cambio de registro en los flashbacks apoyado por el color de Dave Stewart, sorprenderá a más de uno, cortesía de uno de los veteranos del medio. Originalmente concebida por Lemire mucho antes de triunfar como autor mainstream, Black Hammer contiene todos los ingredientes para conformar una carta de amor al género, demostrando que queda mucho camino por explorar y descubrir, derribando el estigma social hacia las mallas y los superhéroes. Un clásico moderno en forma de universo en expansión y con dos spin-offs ya publicados que nos recuerda que no siempre debería ser necesario aquello de adaptarse o morir.

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