Pocos son los españoles de más de 35 años que no estén familiarizados con Mazinger Z (1972), sus estrafalarios combates contra las bestias mecánicas del Dr. Hell, o su célebre grito de batalla «¡Puños fuera!». Sin embargo, a pesar de que el colosal robot roza el estatus de icono nacional, su creador —el dibujante japonés Gô Nagai— ha pasado bastante desapercibido en nuestro país, al igual que la mayoría de su genial obra gráfica. No en vano, cabe recordar que Gô Nagai es uno de los mangakas más reconocidos e influyentes de su generación, y Devilman (1972) una de sus obras cumbre.
Gô Nagai merece ser considerado, en muchos sentidos, como un artista pionero que contribuyó a transformar algunos de los géneros más conocidos del manga, como las aventuras de las magical girl (Cutie Honey, 1973), los robots gigantes mecha (con Mazinger Z y su universo expandido), o las comedias eróticas ecchi (Harenchi Gakuen —Escuela Sinvergüenza— rompió moldes cuando se publicó por primera vez en 1968 en la revista Shōnen Jump). Este carácter ecléctico se evidencia en Devilman, una obra que reúne horror, fantasía, violencia brutal, humor y erotismo; unos ingredientes que, aun en diferentes proporciones, siempre se encuentran presentes en su obra.
Publicada originalmente entre 1972 y 1973 en la revista Weekly Shōnen Magazine, Devilman ha sido adaptada e interpretada un sinfín de ocasiones tanto por el propio Gô Nagai como por otros autores, bajo la forma de series de manga, anime y películas de imagen real, ya sea en solitario o en crossovers casi imposibles con otros personajes célebres del vasto imaginario de ficción japonés. Sin embargo, en los últimos dos años se ha visto revitalizada gracias a la emisión internacional de Devilman Crybaby (2018) —dirigida por Masaaki Yuasa y distribuida por Netflix—, que ha conseguido plasmar con fidelidad el ritmo y estética desquiciantes de la obra original. Animados, tal vez, por el reciente éxito de esta serie, los responsables de Panini han decidido publicar por primera vez en España este clásico imprescindible del manga japonés. Bajo el título de Devilman: The First, se presenta una edición impecable, que recopila en tres grandes volúmenes los cinco tomos de la publicación japonesa original.
Akira Fudo es un estudiante de instituto normal y corriente, cobarde y algo ingenuo. Un buen día, Ryo —un amigo de la infancia— se presenta repentinamente para pedirle ayuda, tras haber llegado a su conocimiento una verdad aterradora. Los demonios, una raza de seres que poblaron la Tierra antes de la edad del hombre y que habían permanecido latentes en las profundidades del mundo, han despertado de su letargo y planean aniquilar el planeta. A fin de detenerlos, Akira decide ceder su cuerpo a uno de los demonios para utilizar su fuerza contra las monstruosas bestias, pero sin perder su humanidad en el proceso. Poseído por Amon —un poderoso general del ejército de los demonios— y convertido en un devilman (un demonio con corazón humano), Akira se enzarza en una lucha sangrienta contra las huestes del mal para proteger a la humanidad de su inminente destrucción.
Este sencillo argumento invita a pensar que Devilman es una obra típicamente shonen, donde el protagonista adquiere un nuevo poder —mitad hombre mitad demonio— que le permite luchar contra las fuerzas diabólicas (y, en particular, contra su némesis maléfica) para evitar las destrucción de la Tierra a manos de los demonios. A estos ingredientes se suman los personajes habituales en el género de aventuras juveniles: la chica de la que está secretamente enamorado, el amigo bravucón pero de nobles ideales, y los secundarios cómicos que actúan de válvula de escape en los momentos de máxima tensión. Sin embargo, Gô Nagai subvierte muchas de estas convenciones para tejer un shonen verdaderamente atípico. Devilman es una obra sucia, brutal, lúgubre y extremadamente violenta, poblada de criaturas grotescas y aberrantes, y llena de momentos desoladores e intencionadamente anticlimáticos, impropios, en muchos aspectos, de lo que uno espera de una publicación dirigida —al menos en origen— a un público adolescente y juvenil.
En lo narrativo, Gô Nagai ofrece un relato que acelera progresivamente y se precipita. En lo estético, es capaz de trasladar con su característico dibujo una fealdad y crudeza que van más allá de las apariencias, sino que retrata el alma humana. El mundo de Devilman es perturbador, sí, y los demonios responden al clásico estilo de Gô Nagai: paródicos y risibles por momentos —entre lo hortera y lo psicodélico—, monstruosos y terroríficos en otros, pero siempre grotescos, y donde violencia y erotismo se mezclan a partes iguales.
Publicado por primera vez hace casi medio siglo, Devilman es un manga que mantiene su actualidad, tanto en sus aspectos formales —que adquieren una nueva frescura tras asistir al frenesí visual de Devilman Crybaby— como, sobre todo, en el mensaje. Devilman es un obra nacida con un profundo sentido antibelicista, pero también es un retrato de la especie humana de forma cruda y poco favorecedora. Frente al discurso optimista y esperanzador de otros autores, donde prevalece un mensaje de paz, Gô Nagai traslada una advertencia: en la guerra no hay honor, ni justicia, ni verdad, ni victoria, solo muerte.