Bolívar

Un dinosaurio en Nueva York

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Qué tendrán los dinosaurios que despiertan tanta fascinación entre los más pequeños de la casa. Quien más y quien menos aún tenemos por casa fascículos de coleccionables, pequeñas figuritas descoloridas por el tiempo o sobados libros de tanto manosearlos que nos recuerdan que nosotros también pasamos por esa etapa en la que los saurios nos sedujeron (quizá aún no la hemos superado, quién sabe…). Estos seres extintos continúan protagonizando relatos de ficción y todavía son tema de un buen número de obras de consulta de la oferta actual contenida en los catálogos editoriales. Las baldas de novedades de las librerías y los fondos de las bibliotecas, en consecuencia, constituyen buena prueba de ello, sirviendo a los pequeños lectores material con el que saciar su curiosidad hacia estos anacrónicos animales.

Bolívar, de Sean Rubin, es un relato fascinante que trae al presente criaturas de otro tiempo con el regusto tan maravilloso de esa literatura que nunca pasa de moda, en la que la fantasía y las extraordinarias aventuras se integran en la cotidiana realidad sin resquicio y con absoluta normalidad. Se ha publicado en nuestro país con Kodomo, el sello orientado al público infantil y juvenil de la editorial ECC. Circunstancia que no hace más que ejemplificar el buen momento que estamos viviendo en cuanto a tebeo infantil-juvenil. Tras varios años de sequía, el mercado español presenta en cuanto a los títulos, por una parte, una variada oferta tanto de creaciones nacionales como de edición de producciones internacionales, así como por otra, el surgimiento y afianzamiento de sellos, líneas editoriales y colecciones destinadas a este grupo poblacional, capital en la creación y consolidación de lectores.

Este tebeo, adscrito al género de fantasía con dosis de aventura y delicados toques de humor, presenta un ritmo narrativo dinámico que alterna potencia y pausa gracias a su concepción a medio camino entre el tebeo y el álbum ilustrado, adecuado para el público al que va destinado y a esos adultos que acompañan su lectura. Esta suerte de comedia de situación en la que parece que las dos partes no van a llegar jamás a encontrarse, repleta de malentendidos, comicidad y espectaculares viñetas a doble página, tiene por protagonistas a Bolívar y Sybil. Bolívar, un dinosaurio un tanto atípico, algo apocado, con un comportamiento cívico y ejemplar, educado y culto, lector del The New Yorker y asiduo  visitante a librerías (esos establecimientos culturales que alimentan el alma y el espíritu), que pretende pasar desapercibido en las calles de una gran urbe como Nueva York y que digamos que no ha desarrollado esa inclinación hacia la destrucción de la que hacen gala los de su especie (multitud de productos audiovisuales y literarios se han encargado de grabarnos a fuego esta cualidad). Sybil, por su parte, inquieta y curiosa, apasionada de los dinosaurios, atenta a todo lo que sucede en su entorno y víctima de la incomprensión. Los adultos, cegados por la rutina de las pantallas y por lo que pertenece a la realidad, ni la toman en serio ni le hacen caso. ¿Cómo podrá hacer ver al mundo, convencido de la extinción de los dinosaurios, que sí, que su vecino es uno de esos seres?

Lo cierto es que no solo el formato de álbum ilustrado en que se presenta el tebeo nos retrotrae a los clásicos de nuestra infancia. El estilo gráfico empleado es una oda a Maurice Sendack (autor del celebérrimo Donde viven los monstruos) y a E. H. Shepard (ilustrador de Winnie de Pooh). De igual forma se aprecia la huella de otro de los máximos referentes de Rubin: Durero, con esa forma de trabajar tan cercana a la técnica del grabado. Por otra parte, Sean Rubin tira de la tradicional fórmula de animales antropomorfos de manera que el dinosaurio protagonista asimila una serie de cualidades que el autor ha presupuesto interesantes para el desarrollo de la narración y que invitan efectivamente a una reflexión sobre una determinada cuestión: la aceptación. De igual forma, se sirve de esa también tradicional pareja de personajes contrapuestos formada por un animal de apariencia humana más un ser humano (preferiblemente infante, que dan mucho juego) que ha dominado muchas de las creaciones dirigidas tanto a público infantil como a juvenil o a adulto en el noveno arte (y otras artes audiovisuales): Garfield y Jon, Calvin y Hobbes, Ana y Froga, Cloe y Caléndula Nariz Celestial, Snoopy y Carlitos, o Gilbert y Dogbert. La recreación de los escenarios es una verdadera gozada para los sentidos. Rubin nos toma de la mano y nos invita a deambular por lugares emblemáticos y otros emplazamientos públicos, comunes y no tan conocidos de Nueva York. Desde Central Park al museo de arte o el de ciencias naturales, alguna que otra librería o mercado, el interior de las estaciones de metro o China Town. Pero sin duda, es la arquitectura civil y el entramado de edificios lo que nos enamora de la soberbia recreación de la Gran Manzana. El trazo sencillo, la iluminación y la gama de colores que dan vida a la narración, la atención a los pequeños detalles en la ambientación, la inclusión de esas minucias que deleitan al lector cuando este pasea su mirada por los rincones más insospechados, esa forma de levantar los escenarios de la trama, personajes entrañables y de gran calidez que despiertan una inmediata empatía; factores que se van sumando hasta conformar una obra deliciosa en su conjunto.

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