Snapdragon

En nuestro pueblo hay más de una bruja

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El terreno de juego del cómic juvenil actual está muy claro para quién lo quiera ver, incluso es tan diáfano que se ve sin necesidad de enfocar demasiado. En el cómic juvenil, la parte del león de sus argumentos tiene que ver con la identidad de género y cómo la persona protagonista toma conciencia. Muchas historietas dirigidas a los young adults ponen esta conciencia en el centro del conflicto del personaje protagonista; esta temática también resulta muy habitual en el cómic para adultos.

Kat Leyh, de la que sabemos que reside en Chicago, pero no tenemos ninguna noticia de cuándo ni dónde vino al mundo, lo comenta en una entrevista. Dice que muchos creadores queer escriben las historias que hubiesen deseado leer en su niñez, donde aparecen otros modelos de expresión de género y de orientación sexual más allá de la heteronormatividad. Muchos creadores queer entraron dentro de la comunidad LGBTQAI+ ya de adultos, pero en su infancia no tuvieron referentes culturales que dieran carta de naturaleza a su sentir y a su expresarse. Snapdragon atiende a este propósito; esto es, a reconocer que los jóvenes queer existen y tienen algunas experiencias diferenciadas.

Los cómics, como cualquier obra artística, respiran también el aire que sopla en su época. Lo femenino, lo masculino, lo no binario, la identidad de género, la orientación sexual, la expresión del género son cuestiones que están en el candelero e interpelan no solo a la juventud de hoy, sino a toda la sociedad. Su presencia en Snapdragon es incuestionable, sus principales protagonistas no encajan en ninguno de los referentes tradicionales y viven esta diferencia sin alterarse, y está integrado en la trama con una fluidez que a los lectores mayores no puede más que regocijarnos aunque, a la vez, nos sorprenda.

Snapdragon es un cómic de aventuras clásico. La acción comienza de manera accidental, la protagonista va superando pruebas cada vez más difíciles al tiempo que hace importantes descubrimientos familiares, cuenta con una mentora y consigue su gran objetivo: dominar la magia y ser una bruja como dios manda. La lección que aprenderá la mentora es que no hay un único camino para hacer bien las cosas, y la lección de la protagonista es que la magia solo brota cuando nos enfrentamos a una gran necesidad.

Es un cómic que lanza un mensaje positivo sobre diversos aspectos de la vida, pero no en forma de moralina, sino que está integrado en la historia y discurre sin sombra alguna de didactismo. Algunos de esos temas son: el tiempo que conlleva cualquier nuevo aprendizaje, la vejez y la merma de capacidades físicas, la autonomía juvenil, el valor del trabajo manual, los fantasmas como seres que padecieron injusticias todavía no reparadas, la vinculación estrecha del ser humano con la naturaleza, que hubiese sido muy del gusto del Osamu Tezuka de Buda, la bondad de las segundas oportunidades en la vida, la familia escogida frente a la familia biológica, las afinidades con los demás por encima de las diferencias, o el trabajo de cuidados como una labor valiosa y necesaria. Si buscamos un hilo común que pueda unir a buena parte de estos temas lo encontraremos en la compasión. Es un sentimiento que surge cuando nos enfrentamos al sufrimiento de otra persona y nos impulsa a aliviarlo. A diferencia de la empatía, la compasión incluye el deseo de ayudar al otro. En las viñetas de este cómic, de tamaño inferior al de la novela gráfica, hay muchos ejemplos de ese inmiscuirse en lo ajeno para ponerle algún remedio.

Este cómic tan ágil tiene un ramalazo de mal cómic juvenil a la hora de construir el personaje del antagonista. Se trata de Chuck, la expareja de la madre de Snapdragon, un tipo agrio y vengativo; un malo maloso, malcarado como un pecado y poca cosa más. Es un personaje demasiado plano y poco creíble, porque no se le presenta con la misma complejidad de carácter que al resto de personajes; aunque el mundo vaya sobrado de canallas que consideran a su expareja como una propiedad y pretenden hacerle la vida imposible. Snapdragon es el cómic que a Kat Leyh le hubiese gustado leer de pequeña: personajes protagonistas tratados sin un ápice de paternalismo y que brillan con luz propia. Estamos ante un tebeo con una buena dosis de elementos fantásticos, con revelaciones familiares insospechadas, y un puñado de los elementos que Terry Pratchett incluía en sus novelas. No en vano, Snapdragon puede considerarse como una versión de la novela Ritos iguales (1987), de Pratchett.

Leyh tiene un estilo de dibujo con reminiscencias del Estudio Ghibli y del cartoon, pero el entintado es casi de línea clara. Sus trazos, pocos y limpios, sugieren un lápiz muy trabajado. La tinta depura al lápiz, podríamos decir. Pero si a nivel de dibujo es notable, a nivel de narrativa gráfica es demoledoramente brillante. Proyecta en sus páginas un gran dinamismo gracias a que los ángulos de sus viñetas casi nunca suman noventa grados. Además, usa re- cursos narrativos del cómic y no simplemente saqueados del cine o de la literatura. Estamos ante la obra de una historietista madura con pleno dominio de sus capacidades.

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