Mezolith. Vol. 2

La prehistoria tal cual

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Resulta habitual, en nuestro mundo comiquero, confundir la prehistoria con uno de los periodos en los que se divide: el Paleolítico. Además, la representación de este último tampoco se adecua a la realidad que fue. Al menos hasta hace bien poco. No solo porque los tipos de homínidos distan de los que por entonces existieron, sino porque suelen estar acompañados de una fauna proveniente del Triásico y Jurásico, con la que nunca convivieron.

Baste recordar las viñetas de nuestro querido Purk, el Hombre de Piedra (Manuel Gago, 1949), del norteamericano Tor (Joe Kubert y Norman Maurer, 1953), e incluso al exitoso Rahan (Roger y Jean-François Lécureux y André Cheret, 1969), capaz de propiciar una prolífica saga en las librerías de nuestro vecino del norte. Por no hablar de las infinitas razas de hombres prehistóricos que han aparecido, y aparecerán, en series ubicadas en otros periodos: desde el Tarzán de Hal Foster (1929), hasta el Martin Mystère de Alfredo Castelli (1982). Todas ellas merecen nuestro más profundo respeto, al tratarse de obras de ficción no sujetas a código alguno más allá de la libre disposición de sus creadores.

Pero permítasenos, la prehistoria puede ser mucho más que un recurso, y así lo han entendido algunos autores que, al amparo de la corriente renovadora del cómic histórico que nació con la revista Vécu (1985), han procurado adaptar sus historias, como mínimo, a la verosimilitud. Tarea nada fácil, dado el parcial conocimiento que tenemos de la época. Pero la prehistoria no es solo Paleolítico, sino también Neolítico, Calcolítico o Edad de Bronce, e incluye periodos algo difusos, como el Mesolítico. Precisamente, en este último es en el que se inscribe la magnífica serie que ahora reseñamos: el Mezolith de Ben Haggarty y Adam Brockbank, que inició su andadura en 2010, y prosigue hoy.

Pero antes de continuar, hagamos una breve definición de lo que el Mesolítico fue. En puridad, se trata de un periodo de transición entre el Paleolítico Superior y el Neolítico, que en el norte de Europa, donde se sitúa nuestra serie, podríamos ubicar entre el 10.000 y el 7.000 a. C., y en el que sus habitantes, iguales a nosotros, comenzaron a pasar de un modelo socioeconómico depredador (caza y recolección) a otro productor (agricultura y ganadería), al tiempo que iban sustituyendo el nomadismo por un cierto sedentarismo. Eso sí, poco a poco, sin prisas. Algo que, a diferencia de nosotros, aquellas gentes no tenían.

En tal contexto, Mezolith nos habla del adolescente Poika y su familia, que intentan subsistir en un sur de una Inglaterra libre ya de hielos por el aumento de la temperatura media. Sus peripecias y su complejo viaje hacía la madurez, eje de la narración, se articulan en una serie de pequeñas historias, llenas de poesía y ecologismo, en las que el buen hacer de un magnífico narrador como Ben Haggarty queda patente, y que acompañadas de la amplia y luminosa paleta y magnífico dibujo de Adam Brockbank, creador de los extraños seres que pueblan la cinematográfica saga de Harry Potter, convierten el conjunto de relatos en un todo completo, a modo de pinceladas de un amplio fresco.

Junto a ello, un notable conocimiento del periodo permite a los autores describir, no solo costumbres, especialmente las funerarias y de emparejamiento, sino la cultura material de aquellas gentes, desde las armas y los vestidos, a los utensilios más variados, sin que por ello la fuerte carga de didactismo que contiene, lastre en modo alguno el ritmo de una narración que, amén de trepidante, permite recrear sobradamente a Haggarty algunos cuentos intemporales de la ancestral cultura europea.

En definitiva: poesía, arqueología y antropología en estado puro que, trascendiendo el marco de las viñetas, se convierten en una regalo para los ojos y para el espíritu.

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