El guionista norteamericano Mark Russell sorprendió a todo el mundo, también a los jueces del premio Eisner, con un encargo que en teoría parecía una banalidad: una revisión moderna para el cómic de Los Picapiedra, los personajes creados para televisión en 1960 por William Hanna y Joseph Barbera. Russell decidió coger el tono de crítica ácida de la serie original de televisión y convertir doce números en una verdadera sátira de la sociedad moderna donde no dejaba títere sin cabeza. Entre líneas se podían leer críticas muy claras a la religión, la política militarista, la precariedad de la clase obrera, el capitalismo, el matrimonio, el consumismo, el bullying escolar, la cultura patriarcal, el turismo desenfrenado y la huella ecológica.
Su nuevo encuentro con un personaje de la factoría Hanna-Barbera, actualizados al cómic del siglo XXI gracias a DC Comics, no empezó como un encargo normal de un editor. Russell había estado escribiendo en su Facebook diálogos imaginarios entre dos personajes de Hanna-Barbera no tan famosos como Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, el león Melquíades (Snagglepuss, en el original) y el perro Huckleberry Hound, como si fueran dos dramaturgos o novelistas góticos del sur de Estados Unidos. La famosa editora de Epic Marie Javins (Akira, Groo) le dijo que tenía que desarrollar esa idea en un cómic y llevarlo a DC. Russell comenzó a tomarse la premisa más en serio, creando una historia sobre qué significaría ser un escritor homosexual y libertario en la Norteamérica de la década de los 50. Cuando esperaba que DC rechazara cortésmente su propuesta, la casa de Superman, Batman y Wonder Woman abrazó el proyecto con ganas y le invitó a meter más personajes de Hanna-Barbera.
Lo que comenzó como un juego metaliterario divertido en una red social, ha terminado convirtiéndose en los seis números de la serie Huyamos por la izquierda: Las crónicas del León Melquíades, dibujada por el casi desconocido artista canadiense Mike Feehan en su primer encargo «grande», una obra que no se puede comparar con su anterior Los Picapiedra, porque juega en otra liga diferente. La sátira era la razón de ser de aquel cómic, al estilo de Terry Pratchett para su Mundodisco, por ejemplo, pero aquí Russell se pone mucho más serio. Al convertir a Melquíades en un autor teatral sureño de éxito en la Nueva York de los primeros 50 al más puro estilo Tennessee Williams, Russell puede jugar con dos conceptos históricos muy interesantes: la persecución de la homosexualidad en aquella época, que obligaba a muchas figuras públicas a esconder su condición sexual con matrimonios falsos por miedo a la persecución judicial, y la época más cruda del macartismo, la caza de brujas que obligó a muchos autores de Hollywood a perder sus trabajos por haber simpatizado con el comunismo. Uno de los más famosos fue el guionista de Espartaco, Dalton Trumbo. Con estas premisas, Russell y Feehan convierten la historia de un personaje secundario de El show de Tiro Loco McGraw en un cómic LGBT imprescindible, una triste historia sobre creadores perseguidos por ser homosexuales y por no querer doblegarse bajo el yugo tirano de la política norteamericana del cruel senador Joseph McCarthy.
Cuando el celebre autor Melquíades humilla con su rápida ironía al Comité de Actividades Antiamericanas, la abogada Gigi Allen, basada libremente en el real Roy Cohn, se toma la persecución del inteligente león (que en realidad era un puma rosa, pero eso es otra historia) como un reto personal. Aunque ella sea lesbiana y comparta su vida con una mujer, intentará atacar al autor de The Kennelis a Heart of Thieves por su doble vida como homosexual, aunque este tiene un acuerdo con su actriz Lina Lion, su falsa esposa. El desgraciado y canino autor Huckleberry Hound, amigo de la infancia sureña de Melquíades, será la inoportuna víctima de este fuego cruzado entre abogada y escritor, perdiendo su amor con el policía caballo Quickdraw McGraw.
Personajes reales como Dorothy Parker, Arthur Miller, Marilyn Monroe, Clint Eastwood, Marlon Brando o Cora Guggenheim se cruzan en la vida del león rosa convirtiendo a Huyamos por la izquierda en un fantástico fresco sobre una época donde la libertad sexual y política eran perseguidas con la misma y cruel ferocidad.
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