No te vayas sin mí

Retablo surreal

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Conocimos a Rosemary Valero-O’Connell como la ilustradora de la novela gráfica Laura Dean me ha vuelto a dejar (Ediciones La Cúpula, 2019), bajo guiones de Mariko Tamaki. En esa obra, la ilustradora de Mineápolis se revelaba como uno de los nuevos valores que más fuerte pujaban en el panorama de la novela gráfica actual. Es más, la obra ganó tres premios Eisner 2020: mejor obra juvenil, mejor guionista y mejor dibujante. En No te vayas sin mí, nuestra autora confirma su talento no como una excelente dibujante, sino como una brillante autora completa.

El tríptico que compone No te vayas sin mí brilla por la exuberancia formal en toda su amplitud. En las tres historias que componen este fresco, Valero-O’Connell apuesta por introducir a los personajes en un ambiente surrealista que los envuelve y los obliga a recapacitar sobre su propia individualidad, sobre la conciencia, el paso del tiempo, la amistad o el amor. En la historia que da título al libro, «No te vayas sin mí», el punto de partida (cercano a una Alicia en el País de las Maravillas o, quizá más certeramente, a El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki), el periplo fantástico e incierto del personaje en busca de una persona a la que está olvidando por momentos, se convierte en una reflexión sobre la memoria y el amor. La segunda parte, «Lo que queda», en tono de ciencia ficción transhumanista, una científica se ve atrapada dentro de una esfera alimentada por los recuerdos de una donante. Se trata de una pieza magistral que una vez más habla sobre la memoria y la propia conciencia, que fue con razón nominada a un premio Eisner en 2017. Valero-O’Connell indaga entre viñetas acerca del sentido último de la individualidad y de lo que nos configura como seres sensibles. En la obra que cierra este tríptico, «Con temor, con ternura», el guion de tintes ecologistas, que parece sacado de un ejercicio de un taller de literatura, encuentra el acomodo de una dibujante en su forma más pletórica, convirtiendo el discurso narrativo en un poema visual, donde cada nueva doble página es una sorpresa en cuanto a composición y donde no es ya tan importante hacia dónde va la historia, sino la belleza del camino que recorre.

«No te vayas sin mí vive y respira las preguntas que surgen cuando nos planteamos qué aspectos de nosotras mismas permanecen en otras personas aun cuando ya no estamos presentes», explica la propia autora, «y cómo nuestras relaciones con la comunidad, nuestras familias y las personas que amamos dan forma a nuestras vidas». Y esto se hace patente en las tres historias, especialmente en la que figura en el centro de ese tríptico, donde lo formal y el sentido alcanzan sus cotas más altas.

Como una obra de arte moderno, en algunas ocasiones No te vayas sin mí se resiste a una primera lectura, o, más bien, a una lectura despistada o casual. Exige algo más del lector, y, aunque en ocasiones pueda parecer ininteligible, la obra no apela únicamente a una lectura racional, sino que también busca una recepción emocional o más instintiva. Con influencias de lo más variado, que incluyen el grabado japonés, el tatuaje, el arte moderno o el manga, Rosemary Valero consigue una estética personalísima, no solo por su trazo, sino por la incandescente y poderosa imaginación de la que hace gala en cada una de sus páginas. Esta muestra de su trabajo en solitario bien puede clasificarse como uno de los mejores cómics del año 2020 en nuestro país.

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