Fariña. La novela gráfica

El fenómeno Fariña llega al cómic

81erJML0lBL

Nacho Carretero afirma que Fariña, su exhaustiva crónica sobre las redes del narcotráfico en Galicia durante los años noventa, había vendido ya más de 40.000 ejemplares cuando sobrevinieron los dos hechos que terminaron de apuntalar su popularidad: el estreno en Antena 3 de su adaptación televisiva (febrero de 2018) y su posterior secuestro judicial (marzo de 2018) tras la querella presentada por uno de los políticos aludidos en el texto. Como tantas otras veces, la medida que pretendía frenar la difusión de la obra tuvo el efecto contrario: las copias existentes se agotaron en un tiempo récord y todas las miradas se giraron hacia el autor que, según él mismo confiesa, se vio sobrepasado por el exceso de atención mediática. Archivada la causa y con las ventas al alza, el título experimentó nuevas mutaciones que confirman su conversión en fenómeno cultural: la obra de teatro dirigida por Tito Asorey a partir de la adaptación de José L. Prieto, y la novela gráfica de Luis Bustos publicada simultáneamente en castellano (Random House/Plan B), gallego (Xerais) y catalán (Navona).

Si algo ha demostrado Luis Bustos a lo largo de su ya extensa trayectoria es una convincente capacidad para cambiar de registro. Colaborador de publicaciones satíricas como El Jueves u Orgullo y Satisfacción, ensayó también el cómic infantil (Zorgo) y en los últimos tiempos se mueve con soltura en el espacio creativo abierto por la novela gráfica, donde se ha ejercitado en géneros tan dispares coma la aventura, el thriller posmoderno o el futurismo distópico. Trabajos como el díptico ¡García! (2015, 2016) o Puertadeluz (2017) muestran a un dibujante de trazos ásperos y contornos duros, con talento para la recreación histórica y la construcción de ambientes evocadores. Sin ninguna incursión por el momento en el relato criminal canónico, su estilo ha ido decantándose de forma natural hacia un registro gráfico apropiado para aquel género, señalándolo como un creador idóneo para trasladar a viñetas el libro de Carretero.

Las páginas de Fariña. La novela gráfica confirman esa idoneidad. Bustos recrea con acierto espacios y personajes, estos últimos en un preciso punto medio entre la estilización y el retrato, al mismo tiempo que construye una atmósfera visual que afina el tono del relato. La aspereza del contexto, la brutalidad de los traficantes y la terrible herencia de muerte y dolor que la droga dejó en las Rías Baixas aparecen bien recogidas en la dureza de su trazo y en los contrastes que las manchas rojas introducen en el blanco y negro. La exhaustiva crónica original se ve aligerada en esta versión, que ahorra detalles, obvia acontecimientos y reduce el elenco de protagonistas a dimensiones más manejables, siendo uno de sus puntos fuertes la elegancia con la que el autor administra la información en las páginas. Allí donde la serie de TV asumía las servidumbres del relato policial (la división entre buenos y malos, la romantización del villano, la construcción de una intriga), Bustos mantiene el enfoque documental, tendiendo un puente entre el texto de Carretero y la fértil corriente actual del cómic periodístico. Está fuera de toda duda que nos hallamos ante un producto derivado, concebido para prolongar la vida comercial de una marca de éxito, la Fariña de Carretero convertida ya en fenómeno multimedia. Y a pesar de ello, Bustos es capaz de imprimir en el cómic una huella personal que lleva el resultado más allá de la simple mercadotecnia. Podemos preguntarnos si este cómic era o no necesario, pero es indiscutible que está magníficamente ejecutado.

No conviene pasar por alto el extenso epílogo con el que el propio Carretero cierra el volumen, en el que ofrece un pormenorizado relato de cómo le afectó el proceso de popularización del libro, especialmente tras su secuestro, y esboza algunas ideas acerca de la situación actual del narcotráfico en Galicia y en España. Además, reflexiona acerca de la significado social de la explotación cultural de sucesos como los que se narran en Fariña, que él mismo pone en relación con crónicas semejantes ambientadas en Italia, Estados Unidos o Latinoamérica. Es muy de agradecer que sea el propio autor quien señale algunas de las tensiones que genera su propia labor y la de los creadores que, como Bustos, le han dado una nueva vida a su trabajo. Carretero asume que resulta fácil terminar alimentando estereotipos y caer en cierta banalización (narcos convertidos en estrellas pop), especialmente cuando son ficciones de vocación mayoritaria las que abordan estos asuntos. Pero sostiene también que las sucesivas encarnaciones de Fariña han puesto de actualidad de nuevo el narcotráfico, fomentando el debate y la toma de conciencia social acerca de un problema que está aún lejos de erradicarse. ¿Autocomplacencia, optimismo excesivo? Esperemos que no, ya que, como el propio Carretero advierte, las redes de narcotraficantes no han desaparecido. Tan solo han moderado sus formas.

Deja un comentario