De tripas y corazón

Guerras intestinas

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Un cuaderno de hojas blancas puede ser una tabla de salvación. Durante diez años, el dibujante Pozla (pseudónimo de Rémi Zaarour) buscó una explicación a su dolor. Para los médicos era «psicosomático»; para él, un verdadero infierno que amenazaba con volverle loco. Tras muchos diagnósticos inútiles, descubrieron que no eran imaginaciones suyas y que su mal tenía nombre: Crohn, una enfermedad que causa inflamación e irritación del tubo digestivo. Había que operar y Pozla se llevó al hospital un cuaderno cuadrado —como el libro que acabaría naciendo después— y ahí empezó a dibujar porque le servía como terapia, porque necesitaba «sobrevivir al dolor». Así corroboró la frase que Rilke escribió en una carta de 1903: «Una obra de arte es buena cuando surge de la necesidad de crearla». De tripas y corazón nace de la necesidad de contar algo; es un acto de supervivencia en el cual el autor habla sin tapujos de su intimidad.

Dos años después de la operación, Pozla recupera esos dibujos hechos en el hospital y los inserta dentro de una ambiciosa y magníficamente hilvanada novela gráfica con registros narrativos muy variados: desde la divulgación científica hasta el humor negro, desde el relato autobiográfico hasta la denuncia sobre el sistema sanitario o la industria alimentaria. Un libro que es sobrecogedor (cuando cuenta sus dolencias intestinales) y a la vez tierno (hay una escena con su hija de una dulzura maravillosa); un relato capaz de impactar, de emocionar y de arrancar sonrisas a partes iguales.

A esta variedad temática el libro añade una gran diversidad en el apartado gráfico: combina historieta, ilustración, collage, haikus y creativos juegos tipográficos próximos al mundo del grafiti que Pozla practica también. La técnica es igualmente cambiante: rotulador, lápiz, bolígrafo, pincel, plumilla y acuarela son mezclados con naturalidad. El estilo tiene ecos del trazo suelto y libre que utiliza Joann Sfar, pero también del meticuloso dibujo de André Franquin en sus Ideas negras. Situado entre estos dos extremos, el dibujo de Pozla resulta nervioso pero preciso a la vez, expresionista y moldeable. Un dibujo hiperexpresivo, capaz de retorcerse como el estómago, y que se deshace para crear una metáfora visual impagable al retratar la angustiosa premura para llegar al baño cuando se padece la enfermedad de Crohn; un dibujo vibrante, que explota para trasmitir los momentos de dolor más intenso. Un grafismo en constante metamorfosis para contar con imágenes lo que tal vez resultaría imposible contar con palabras.

Y así llegamos a lo que es el principal reto —y el principal éxito— de este libro: plasmar sobre el papel todo el dolor sentido por el autor. Pozla lo consigue y lo hace sorprendentemente tangible con secuencias de una contundencia expresiva inédita. En esos momentos, el dibujo oscila hacia el cubismo, el action painting o la pintura abstracta en general. No es raro: «Cuanto más quieres hablar de la sensación más tiendes a la abstracción», reconocía el autor en una presentación en Barcelona. Hay quien escribe con el corazón abierto y Pozla nos descubre que se puede escribir, literalmente, con las entrañas abiertas, y que lo uno no es incompatible con lo otro. Pero el libro no abruma al lector con un relato sobre el dolor porque Pozla sabe que eso sería insufrible. Por eso lo dosifica y lo combina con secuencias humorísticas que demuestran haber asimilado bien las lecciones de revistas como Fluide Glacial y de autores como Gotlib o Larcenet. El humor es muy importante en este libro. Véase, por ejemplo, la presencia de los cuervos parlanchines que comentan algunas escenas con ingenio: los cuervos (pájaros de mal agüero donde los haya) miran con escepticismo a los pacientes del hospital y no tienen piedad en sus diagnósticos. Tampoco el autor tiene piedad cuando se refiere a los doctores, a quienes retrata como una secta medieval practicante de la superchería.

Partiendo de la experiencia personal, De tripas y corazón trasciende el mero relato autobiográfico para convertirse en una intensa, emotiva y brillante novela gráfica de esas que es posible recomendar tanto a los lectores no habituados en leer historietas como a quienes sí lo son: los primeros se sentirán atrapados por la historia de superación personal que hay en estas más de 300 páginas, los otros gozarán —además— de los hallazgos narrativos, formales y estéticos del álbum, que goza además de una impecable versión española, un trabajo editorial nada sencillo dadas las características de la obra.

En alguna reseña se ha definido De tripas y corazón como una «historieta híbrida», olvidando que la historieta fue híbrida desde su mismísimo nacimiento y que esto es una de sus mayores grandezas. Galardonado con el premio especial del jurado en el Festival de Angulema de 2016, este singular y conmovedor libro es una buena prueba de que la historieta es un medio con el que se puede contar cualquier cosa. Si hay talento, claro.

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